Luis está en tercero de secundaria y vive con su hermanita de meses de nacida, su mamá y sus abuelos en la región Huancavelica. Se ha tenido que adaptar a las clases remotas como miles de adolescentes en el país. A diferencia de otros alumnos, en sus ratos libres, participa como voluntario de World Vision Perú en su comunidad.
“Aunque no muchos están dispuestos a colaborar sin recibir nada a cambio, me siento feliz porque puedo ayudar a otras personas, sobre todo en tiempos de crisis, pero debo reconocer que no sabía cómo iban a recibirme”, confiesa el estudiante de 14 años, que recibió charlas de los promotores para desempeñarse como voluntario.
Desde agosto del 2020, Luis visita hogares de comunidades cercanas a su casa. A veces debe caminar entre 20 y 30 minutos para entrevistar a las familias y lo hace con la satisfacción de poder ayudar a otros. Además, resalta que su facilidad para hablar español y quechua le ha servido para comunicarse con todas las personas.
“Hasta ahora he entrevistado a unas 32 familias. A unas 10 les hablé en español, pero me respondían en quechua y tuve que hablarles en el mismo idioma para que puedan entenderme. Es importante saber quechua para recoger la información que me piden los promotores porque así podrían recibir alimentos”, precisa el estudiante.
Asimismo, Luis destaca que aprendió a ayudar al prójimo en el colegio y por eso piensa estudiar medicina para curar a las personas. “Me animé a participar como voluntario de World Vision Perú porque las familias necesitan alimentos. La pandemia ha afectado a muchas personas. Todo apoyo es importante aunque sea poco”, recalca.
A pesar que no hay fecha de inicio para las clases presenciales o semipresenciales, espera volver a las aulas cuando no haya riesgo de contagio del Covid-19. “Tenemos que seguir con las clases remotas de Aprendo en Casa hasta que sea seguro volver al colegio. Tenemos que evitar contagiarnos del coronavirus”, indica.
Mientras tanto por las mañanas recibe las clases remotas que le dictan sus profesores por el celular que le regaló su mamá y por las tardes hace las tareas. “A veces me quedó haciendo los trabajos hasta las ocho de la noche, pero el año pasado nos quedábamos hasta la una de la mañana. Nos estamos adaptando”, resalta.