El acoso escolar continúa siendo uno de los problemas más graves durante la etapa escolar de nuestros hijos e hijas. Las constantes palizas, insultos y humillaciones de diverso tipo por el solo hecho de ser diferentes a los demás aún son el pan de cada día en primaria y sobre todo en secundaria.
Pertenecer a un grupo étnico distinto, ser de una clase social más baja, practicar un credo diferente al de la mayoría, son algunos de los motivos por los que niños, niñas y adolescentes sufren bullying escolar por parte de sus compañeros.
Lo que tienen en común quienes lo sufren es que suelen mantenerlo en secreto. A veces se da porque tienen vergüenza o porque tienen baja autoestima y no saben defenderse. Otro de los motivos del silencio es porque sienten que nadie les creerá. Por ello, la detección temprana es clave para evitar daños psicológicos graves y permanentes.
Hay que tener en cuenta que, en algunas ocasiones, el abuso no termina al llegar a casa, puede continuar en forma de ciberacoso. Así se multiplica el número de espectadores y de hostigadores. Por eso es importante que los padres tengan acceso al celular, correo electrónico y a los perfiles sociales (si los tuvieran) de sus hijos.
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Signos de acoso escolar
Aquí algunos signos que puede mostrar tu hijo si sufre de bullying escolar en su centro de estudios.
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Cambios de comportamiento:
Normalmente, el menor no quiere ir al colegio, se muestra nervioso cuando debe hacerlo, falta a clase o regresa en cuanto puede a casa. El fin de semana está bien y el domingo por la noche empieza a sentirse mal emocionalmente. Abandona sus aficiones. Deja de hablar en casa o responde con evasivas. Baja el rendimiento escolar. Está triste, muestra cambios de humor, contesta mal, sufre arranques de cólera.
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Signos materiales:
Al niño o niña se le rompe o "pierde" habitualmente el material escolar o la ropa y no sabe cómo explicarlo. Pide dinero a sus padres para poder dárselo a los acosadores (el chantaje es muy típico).
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Problemas de salud:
El niño sufre mareos, dolores de cabeza y estómago, sensación de asfixia u opresión en el pecho, temblores, palpitaciones, alteraciones del apetito o del sueño. Es habitual que los padres lleven al niño al médico y se le practiquen pruebas, sin que se dé con el origen de los síntomas, porque la causa es psicológica.
Fuente: elmundo.es