Deben ser frutos de un camino largo y reflexivo, y que conduzcan a una crianza con ternura
Idealizar las cualidades de ser padres y madres no ayuda a desarrollar capacidades reales para la crianza. Ser padre y madre no implica perfección, incluso ese acercamiento idealizado niega nuestra condición humana. Se trata, más bien, de la permanente disposición que debemos tener como cuidadores para incorporar capacidades, actitudes y prácticas para una crianza positiva de nuestros hijos e hijas.
Igualmente debemos reconocer la importancia de ser empáticos en la relación que tenemos con ellos y, sobre todo, reconocer que son personas a quienes cuidamos y no “objetos” de nuestro cuidado.
De este reconocimiento surgirá la responsabilidad de una crianza positiva que dignifica al niño, niña y adolescente; lo cual significa valorar a nuestros hijos, validar sus emociones y experiencias, y reconocer la importancia de sus necesidades e intereses para su bienestar.
Hoy, más que nunca, el hogar es el principal espacio para el desarrollo integral de los niños, porque allí desarrollan su proceso de aprendizaje y la forma en que deben desenvolverse y expresar sus sentimientos y actitudes. Acompañar este proceso demanda que los padres tengan mayores herramientas y consoliden cualidades para transmitir con palabras y hechos la importancia de la educación y de valores como honestidad, responsabilidad y solidaridad.
Partir de experiencias propias
Desarrollar estos dotes pasa primero por mirar nuestra propia experiencia de vida y crianza cuando fuimos niños; para “resignificar” esta etapa es importante encontrar las experiencias positivas y de ternura de nuestros cuidadores, así como reconocer situaciones de dolor para transformarlas y no reproducirlas hacia nuestros hijos, evitando el daño que podemos generarles en su presente y futuro.
Además de resignificar nuestra experiencia de crianza positiva y reconocer a nuestros hijos e hijas como personas y sujetos de derechos, debemos ser empáticos con ellos y despertar la ternura (componente natural y legado ancestral de nuestra humanidad) que existe en nosotros, seamos hombres o mujeres. Así nos conduce a mirar con ojos sensibles y darnos cuenta del profundo afecto que debemos tener hacia nuestros hijos durante su cuidado, crianza y educación.
En este caminar hacia la crianza con ternura muchas veces podemos equivocarnos; pero con humildad debemos reconocer esos errores, con honestidad expresar las emociones que nos causaron, y con valentía pedir perdón. Esta muestra de integridad como madres y padres, es una enseñanza profunda y una actuación ética que guiará a nuestros hijos hoy y mañana en todo su actuar, incluso cuando asuman el rol de cuidadores.
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Según el Informe Desarrollo de la primera infancia: Un potente ecualizador, elaborado para la Comisión sobre los Determinantes Sociales de la Salud de la Organización Mundial de la Salud plantea que “Si bien una nutrición adecuada es fundamental para el desarrollo infantil, lo mismo ocurre con la calidad de las relaciones (…) Los pequeños evolucionan mejor en ambientes cálidos y receptivos que los protegen de la desaprobación y el castigo inapropiados”.
Camino reflexivo para crianza con ternura
Las cualidades que debemos tener como madres y padres son atributos y virtudes que se expresan en nuestras prácticas de crianza con ternura, y son productos de un camino largo y reflexivo. No son recetas mágicas que nos señalan cómo actuar, qué hacer y qué no hacer.
Esas fórmulas no funcionan, no son reales y no permiten nuestro crecimiento como personas y cuidadores. Las cualidades se construyen, se forjan, se reflexionan y se accionan. Se forjan en una escuela de amor y ternura que es nuestra propia familia y la relación con nuestros hijos e hijas.
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También, implica la capacidad de escucharlos con todo el cuerpo para comprender lo que realmente les sucede y aprender a dialogar con voz firme y tierna, desde la inteligencia de la razón y la sabiduría del corazón. Es saber acompañar, pero promoviendo la autonomía de nuestros hijos, estar a cierta distancia, pero, a la vez, cerca para que se sientan seguros y tranquilos es tener la capacidad de sentir y mostrar compasión hacia nuestros hijos, para que se sientan consolados, acogidos y reconocidos.
De acuerdo al Marco conceptual de Crianza con Ternura, de Visión Mundial Oficina Regional para América Latina y el Caribe “La Crianza con Ternura es una dinámica humana y social que busca la transformación cultural a partir de la siembra de la semilla del amor en los corazones de todas las edades, que hacen al otro surgir en dignidad a partir de interacciones dialógicas preñadas de ternura”.
A modo de resumen, desarrollar las cualidades para ser buenos padres y madres significa saber actuar desde la sabiduría y la ternura que acogen y dignifican, que orientan y educan desde el amor y la firmeza, que no es autoritario ni permisivo.
Por Daniel Yépez
Coordinador Nacional de Educación de World Vision Perú