Emely (17) organiza su vida en una maleta de 23 kilos. No es la primera vez que empaca, pero esta vez el destino tiene un sabor distinto: Buenos Aires, donde estudiará medicina. El equipaje que ha hecho antes la llevó a escenarios importantes, como un diálogo con candidatos al Congreso, una conferencia del Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (INDECOPI) sobre protección al consumidor, y hasta una cumbre internacional sobre cambio climático en Argentina. Pero este viaje tiene un ticket sin regreso. Su lucha por el cambio la ha llevado lejos, y ahora busca continuarla desde la ciencia.
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Habla con serenidad de lo que ha vivido, aunque confiesa que no ha pensado mucho en el peso emocional de su próximo viaje. Las despedidas no son fáciles, pero la impulsan las ganas por comenzar un nuevo capítulo. Su travesía inicia cuando apenas tenía entre 7 u 8 años, en un contexto social complejo. World Vision llegó a su vecindario en Quinua, un distrito andino de Ayacucho donde la realidad de la niñez está marcada por la desigualdad, la falta de acceso a derechos básicos y la violencia estructural. La ONG registró a niñas y niños en su programa de patrocinio, y fue a través de un familiar que Emely se acercó a la organización de desarrollo social.
Ese fue su primer encuentro con una realidad diferente: una donde los niños, niñas y adolescentes podían ser protagonistas de su propio presente y futuro. El siguiente momento memorable fue cuando la invitaron a un encuentro de líderes juveniles. Allí conoció a la Alianza Regional de Líderes para la Transformación (ARELIT), un espacio en el que, por primera vez, pudo alzar su voz. Atrás quedó su timidez para dar pasado a la confianza que encontró al debatir temas que le interesaban y afectaban directamente. "Mis exposiciones no eran fluidas ni concretas, pero fui aprendiendo a leer más, a escuchar a otros y, sobre todo, a defender mis ideas".
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Con el tiempo, se convirtió en una defensora activa de su comunidad. Participó en diversas iniciativas de incidencia política, enfocándose en problemáticas como el cambio climático, la contaminación ambiental, la desnutrición y la anemia infantil. “Quiero ser parte del cambio que mi sociedad necesita", asegura con la convicción de alguien que ha aprendido que la transformación social no se mide en edad.
Sin embargo, su vocación por el cambio ha encontrado ahora un nuevo camino: la medicina. Emely no quiere solo debatir; quiere estar en la primera línea para proteger a quienes más lo necesitan. La educación, dice, ha sido la oportunidad que le abrió el mundo, y desde ahí quiere hacer su contribución. "Así como yo, hay muchos niños, niñas y jóvenes que hacen incidencia para que nuestras voces sean escuchadas, para que cada persona tenga oportunidades".
Esta vez su objetivo es aún más grande: transformar vidas desde la ciencia, la empatía y los valores que aprendió en cada viaje, en cada debate, y en cada paso hacia el cambio.